Unos astrónomos han identificado la que posiblemente sea la estrella
enana blanca más fría y de brillo más tenue detectada en la historia de
la astronomía hasta hoy. Este remanente estelar antiquísimo está tan
frío que su carbono ha cristalizado, formando, de hecho, un diamante del
tamaño de la Tierra en el espacio.
El equipo de David Kaplan, profesor en la Universidad de
Wisconsin-Milwaukee, encontró esta gema estelar usando instrumentos de
varios observatorios astronómicos, entre ellos los radiotelescopios de
la red VLBA de la Fundación Nacional estadounidense de la Ciencia (NSF) y
el radiotelescopio GBT que la NSF tiene en Virginia Occidental, Estados
Unidos, y que se gestiona a través del Observatorio Nacional
estadounidense de Radioastronomía (NRAO).
Las enanas blancas son el estado final extremadamente denso de
estrellas como nuestro Sol que se han comprimido hasta conformar un
objeto de aproximadamente el tamaño de la Tierra. Compuestas
principalmente por carbono y oxígeno, las enanas blancas se enfrían y
pierden brillo poco a poco, a lo largo de miles de millones de años. El
objeto en este nuevo estudio es probable que tenga la misma edad que la
Vía Láctea, unos 11.000 millones de años.
La compañera de esta enana blanca, un púlsar llamado PSR J2222-0137,
fue el primer objeto en este sistema estelar que fue detectado.
Los púlsares son estrellas de neutrones que giran rápidamente sobre
sí mismas, y constituyen los remanentes aún más densos de estrellas
masivas que han explotado como supernovas. A medida que las estrellas de
neutrones giran, barren el espacio proyectando, como la luz de un faro,
haces de ondas de radio que surgen de los polos de sus poderosos campos
magnéticos. Cuando uno de estos haces incide justo en la Tierra, los
radiotelescopios pueden captar el pulso de ondas de radio.
Las primeras observaciones revelaron que el púlsar PSR J2222-0137
estaba girando a razón de más de 30 vueltas por segundo, y que estaba
gravitatoriamente unido a una estrella compañera, que al principio fue
identificada como otra estrella de neutrones o, más probablemente, una
enana blanca extrañamente fría. Se calculó que ambos objetos estelares
orbitan uno alrededor del otro dando una vuelta completa cada 2,45 días.
Esta llamativa pareja de astros está a unos 900 años-luz de distancia, en la dirección de la constelación de Acuario.
Aplicando la teoría de la relatividad de Einstein, los investigadores
estudiaron cómo distorsionaba la gravedad de la compañera el
espacio-tiempo próximo a ella, causando retrasos en la señal de radio a
medida que el púlsar pasaba detrás de ella. Estos retrasos en el tiempo
de viaje ayudaron a los investigadores a determinar la orientación de su
órbita y las masas individuales de las dos estrellas. El púlsar tiene
una masa de 1,2 veces la del Sol, y la compañera una de 1,05 masas
solares.
Estos datos indicaron de forma contundente que la compañera del púlsar no podía ser una segunda estrella de neutrones.
Conociendo su posición con una precisión tan alta y cuán brillante
debería aparecer a esa distancia una enana blanca común, el hecho de que
los astrónomos no hayan conseguido verla implica que la compañera es
100 veces más tenue que cualquier otra enana blanca orbitando una
estrella de neutrones, y unas 10 veces más tenue que cualquier otra
enana blanca conocida.
Los investigadores calcularon que la enana blanca no debe superar los
2.700 grados centígrados, una temperatura muy baja para una estrella,
ya que, por ejemplo, nuestro Sol, que es una estrella modesta en cuanto a
calor generado, es en su centro unas 5.000 veces más caliente que la
temperatura citada de esa enana blanca.
Los astrónomos creen que esta exótica estrella fría y compacta consta
ahora en gran parte de carbono cristalizado, conformando una estructura
no muy distinta al diamante, aunque con un tamaño gigantesco, como el
de la Tierra entera.
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