En un nuevo estudio se ha examinado la fascinante posibilidad de que el
grado de progreso tecnológico se pueda predecir en algunos aspectos
mediante fórmulas especiales. Como punto de partida, el equipo de
investigación trabajó con varias fórmulas ya usadas para pronosticar
algunos aspectos del avance tecnológico en campos específicos, y las
extrapoló a un ámbito de aplicación más amplio.
Asimismo, las fórmulas fueron puestas a prueba alimentándolas con datos del pasado y usándolas para, a partir de esa información, hacer predicciones de situaciones posteriores pero aún dentro del pasado, para así poder verificar de inmediato, sin tener que aguardar al futuro, si las predicciones encajan o no con las situaciones que realmente se produjeron.
Para ello, y teniendo en cuenta que a menudo el progreso tecnológico se traduce en una mayor eficiencia, y que ésta se puede medir por el aumento de productividad asociado a ella o por la disminución de costos de fabricación que conlleva, los investigadores, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, y el Instituto de Santa Fe en Nuevo México, ambas instituciones en Estados Unidos, recopilaron un conjunto inmenso de datos sobre los costos reales y los niveles de producción, a lo largo del tiempo, para 62 sectores industriales diferentes: Se abarcó desde materias primas y productos como el aluminio y la cerveza, hasta artículos más avanzados, como los ordenadores, los sistemas de comunicaciones, las células solares, los aviones y los automóviles.
Asimismo, las fórmulas fueron puestas a prueba alimentándolas con datos del pasado y usándolas para, a partir de esa información, hacer predicciones de situaciones posteriores pero aún dentro del pasado, para así poder verificar de inmediato, sin tener que aguardar al futuro, si las predicciones encajan o no con las situaciones que realmente se produjeron.
Para ello, y teniendo en cuenta que a menudo el progreso tecnológico se traduce en una mayor eficiencia, y que ésta se puede medir por el aumento de productividad asociado a ella o por la disminución de costos de fabricación que conlleva, los investigadores, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, y el Instituto de Santa Fe en Nuevo México, ambas instituciones en Estados Unidos, recopilaron un conjunto inmenso de datos sobre los costos reales y los niveles de producción, a lo largo del tiempo, para 62 sectores industriales diferentes: Se abarcó desde materias primas y productos como el aluminio y la cerveza, hasta artículos más avanzados, como los ordenadores, los sistemas de comunicaciones, las células solares, los aviones y los automóviles.
La mejor conocida de todas las fórmulas que fueron puestas a prueba en
la investigación es la Ley de Moore, originalmente formulada en 1965 por
Gordon Moore, co-fundador de Intel, para describir el ritmo de progreso
en la potencia de los chips. Esa ley, que predice que la cantidad de
componentes en los chips se duplicará cada 18 meses, ha resultado ser un
principio que puede aplicarse a cualquier tecnología. En su forma
general, declara simplemente que la tasa de mejora aumentará
exponencialmente con el paso del tiempo. La tasa específica de mejora
varía dependiendo del tipo de tecnología.
El análisis efectuado en la nueva investigación indica que la Ley de Moore es una de las dos fórmulas que mejor se adaptaron al progreso tecnológico real durante las décadas pasadas. La que mejor funciona, la llamada Ley de Wright, se formuló por primera vez en 1936, y afirma que el progreso aumenta con la experiencia, específicamente, que cada tanto por ciento de incremento en la producción acumulada en una determinada industria, resulta en un porcentaje fijo de mejora en la eficiencia de la producción.
El equipo de Jessika Trancik, del MIT, y Bela Nagy, del Instituto de Santa Fe, ha constatado que las tasas de progreso varían grandemente entre las diferentes tecnologías. Las tecnologías de la información son las que avanzan más deprisa, pero también se ve una mejora exponencial sostenida en muchas tecnologías del sector energético, destacando de entre ellas las tecnologías fotovoltaicas, que mejoran muy rápidamente. Uno de los intereses principales de este grupo de investigación es analizar los datos con la esperanza de descubrir qué se podría hacer para acelerar el progreso de la tecnología.
Lo descubierto en este nuevo estudio, y los hallazgos que puedan hacerse en próximas investigaciones sobre el tema, podrían ayudar a la industria a evaluar dónde enfocar sus esfuerzos de investigación para optimizar el progreso tecnológico en su área de interés, a los inversionistas a escoger los sectores con un mayor crecimiento futuro, y a los gobiernos y otras autoridades a predecir con más precisión los impactos económicos de los cambios en sus políticas.
El análisis efectuado en la nueva investigación indica que la Ley de Moore es una de las dos fórmulas que mejor se adaptaron al progreso tecnológico real durante las décadas pasadas. La que mejor funciona, la llamada Ley de Wright, se formuló por primera vez en 1936, y afirma que el progreso aumenta con la experiencia, específicamente, que cada tanto por ciento de incremento en la producción acumulada en una determinada industria, resulta en un porcentaje fijo de mejora en la eficiencia de la producción.
El equipo de Jessika Trancik, del MIT, y Bela Nagy, del Instituto de Santa Fe, ha constatado que las tasas de progreso varían grandemente entre las diferentes tecnologías. Las tecnologías de la información son las que avanzan más deprisa, pero también se ve una mejora exponencial sostenida en muchas tecnologías del sector energético, destacando de entre ellas las tecnologías fotovoltaicas, que mejoran muy rápidamente. Uno de los intereses principales de este grupo de investigación es analizar los datos con la esperanza de descubrir qué se podría hacer para acelerar el progreso de la tecnología.
Lo descubierto en este nuevo estudio, y los hallazgos que puedan hacerse en próximas investigaciones sobre el tema, podrían ayudar a la industria a evaluar dónde enfocar sus esfuerzos de investigación para optimizar el progreso tecnológico en su área de interés, a los inversionistas a escoger los sectores con un mayor crecimiento futuro, y a los gobiernos y otras autoridades a predecir con más precisión los impactos económicos de los cambios en sus políticas.
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